Angustia

¿Qué es la angustia?

La angustia es básicamente un estado emocional caracterizado por una propensión psíquica a reaccionar ante un miedo de origen desconocido; inclusive, en muchas ocasiones, las personas no saben con precisión a qué le temen específicamente. Esta sensación también podría describirse como la preocupación excesiva ante amenazas que suponemos podrían ocurrir en cualquier momento, haciéndonos sentir totalmente inútiles para afrontar dichas situaciones.

Las personas que sufren de angustia por lo general tienden a percibir situaciones incómodas más bien como terribles y exagerar sobre las posibles consecuencias. Además, hay quienes se sienten en inminente peligro físico, temiendo hasta la muerte, sólo por pensar que no tienen el control sobre la situación que se afronta.

En ocasiones la angustia se relaciona con una manera negativa de pensar y con la frustración por no conseguir objetivos planteados ante determinadas tareas cotidianas. Aquellas labores que en principio pudieran parecer fáciles de cumplir y que se complican en el camino, pueden generar pensamientos muy pesimistas, hasta el punto de hacerse insoportables y causar una angustia por la incapacidad de poder realizar dichas labores.

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Un aspecto interesante de este trastorno, es que por sí mismo actúa como motivo para generar más angustia. Esto ocurre cuando la persona se siente angustiada sin razón aparente, lo que provoca una reacción de angustia adicional y va incrementando la actitud angustiosa. Este proceso suele ocurrir con mucha rapidez, hasta desembocar en síntomas de ansiedad y ataques de pánico.

Según la cuarta edición del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-IV) de la Asociación Psiquiátrica Estadounidense, para realizar un efectivo diagnóstico de la angustia, el principal síntoma, que son los ataques de pánico, deben aparecer de manera reiterada, inesperada y persistente durante al menos un mes o más tiempo, al igual que el temor a las consecuencias que estos pudieran ocasionar, como la pérdida de control o la sensación de que la persona se está volviendo loca. Esta situación generalmente deviene en significativos cambios en el comportamiento, condicionados por estos ataques.

Es importante tomar en cuenta que la angustia no se considera un trastorno psíquico cuando se manifiesta a causa de los efectos producidos por la ingesta de sustancias como drogas o medicamentos, y tampoco como consecuencia del consumo de cafeína. De igual manera no debe ser asociada a otras condiciones psicológicas como los son los trastornos de la personalidad, el trastorno obsesivo-compulsivo o las diferentes fobias, entre otros. Se diferencia del miedo en que este es producido por un objeto o estímulo específico, mientras que la angustia es propiamente el miedo a algo desconocido.

Causas de la angustia

Es un poco complicado determinar una causa común de la angustia en las personas porque su ocurrencia está determinada por distintos factores psíquicos y personales que cada individuo desarrolla en su proceso evolutivo, aunque generalmente estas causas siempre van a estar relacionadas a situaciones importantes de la vida diaria.

Los posibles factores que causan la angustia son:

  • Estrés provocado por las obligaciones y tareas diarias.
  • Situaciones que amenacen o atenten contra la seguridad física.
  • Inseguridad ciudadana.
  • Inestabilidad laboral.
  • Luto por muerte de familiares o amigos.
  • Problemas en la vida en pareja.
  • Alteraciones emocionales provocadas por incidentes impactantes, como asaltos, abusos sexuales, acosos, accidentes, desastres naturales, etc.

Síntomas de la angustia

Las crisis de angustia ocurren siempre de manera repentina y por lo general, además de la persistente preocupación por causas indeterminadas, se desarrollan al menos cuatro de los siguientes síntomas físicos, que permitirán detectar el problema fácilmente:

  • Elevación de la frecuencia cardíaca, con presencia de palpitaciones y sensación de sacudidas del corazón.
  • Sudoración repentina, excesiva y anormal.
  • Temblores en el cuerpo.
  • Sensación de ahogo o falta de aire.
  • Dificultar para tragar.
  • Sensación de opresión en el pecho.
  • Aparición de náuseas y malestar estomacal.
  • Mareos y desmayos.
  • Sensación de desprendimiento de la realidad o separación del cuerpo.
  • Temor a perder el control o volverse loco.
  • Miedo irracional a la muerte.
  • Calambres en distintas partes del cuerpo.
  • Escalofríos.

Cuando una persona experimenta los síntomas de angustia con mucha frecuencia, incluso diariamente, esta se convierte en un trastorno y comienza a acaparar todos los aspectos de su vida en periodos que suelen mantenerse entre tres a seis meses. El estado de ánimo comienza a bajar y el sentimiento de tristeza se vuelve permanente, por lo que se pierde el interés en realizar tareas cotidianas y disminuye la motivación por dedicarse a la familia, el trabajo y las relaciones sociales y sentimentales.

Tratamientos de la angustia

La angustia debe ser abordada médicamente de manera individual, evaluando las características específicas por las que atraviesa el paciente para así planear la mejor estrategia terapéutica en cada caso. El diagnóstico y tratamiento de este trastorno puede ser realizado por cualquier profesional de la psicología clínica, siendo los psicólogos y psicoterapeutas los más consultados al respecto.

El tratamiento cognitivo-conductual es la técnica más utilizada por los especialistas en casos de angustia porque se ha demostrado que es el de efectos más duraderos. Con este tratamiento lo que se busca es reducir la duración, intensidad y frecuencia, de forma progresiva, con la que suceden los episodios de angustia en el paciente, hasta erradicarlo por completo si llega a ser posible, así como las posibles recaídas.

Este tipo de tratamientos suele ser aplicado en un lapso de cuatro meses, con sesiones semanales de entre 1 a 2 horas cada una. Durante su aplicación, el paciente es sometido a técnicas de psicoeducación, para el reaprendizaje de conductas de manera cognitiva, y prácticas para aprender a controlar la respiración y los ataques de pánico repentinos. Esto se logra a través de las siguientes fases:

 

Aprendizaje, para que el paciente conozca con exactitud la patología y sea capaz de reconocer él mismo los síntomas cuando sea víctima de un ataque de angustia.

Monitorización, en la que el paciente registra los momentos de angustia y reconoce las situaciones que la provocan.

Respiración, para aprender técnicas de relajación y controlar las reacciones del organismo en los momentos de angustia.

Nuevas maneras de pensar, para cambiar la forma catastrófica en que son percibidas diversas situaciones.

Exposición progresiva a las situaciones que producen la angustia, de manera que pueda controlar el miedo y sus reacciones en esos momentos, mediante la simulación de situaciones de riesgo. En muchos casos esta etapa no llega a ser necesaria para que el tratamiento sea efectivo.

 

Por otra parte, la psicoterapia psicodinámica ofrece una alternativa en la que su objetivo principal busca obtener respuestas directas del Yo del paciente, analizando las motivaciones inconscientes de su conducta y los mecanismos de defensa con los cuales cuenta para comprender el origen de los síntomas. Las técnicas más utilizadas en este tipo de tratamiento son la psicoterapia breve y la psicoterapia de grupo.

La psicoterapia psicodinámica en muchas ocasiones utiliza técnicas combinadas con la terapia cognitivo-conductual, que permiten al paciente encontrar nuevas maneras de desarrollarse con más libertad y seguridad ante las diferentes situaciones de la vida diaria.

Finalmente, el tratamiento farmacológico es altamente recomendado para evitar la reaparición de nuevos episodios de angustia, lo que a su vez permite elevar la autoconfianza del paciente y alivia de igual manera los síntomas de ansiedad anticipada.

Aunque la psicoterapia por sí sola ha demostrado ser suficiente para controlar la angustia, el consumo de medicamentos es la alternativa ideal cuando la angustia se vuelve crónica y llega a asociarse a otras complicaciones, por lo que debe ser controlado estrictamente mientras perdure el tratamiento clínico.

Los medicamentos que fueron mayormente empleados durante un tiempo para el tratamiento farmacológico de la angustia son los antidepresivos conocidos como inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), principalmente el uso de fluoxetina, fluvoxamina y paroxetina, entre otros; su principal ventaja es que tienen un efecto significativo en la mejora de los síntomas de pánico y ansiedad anticipada; aunque su administración tiende a producir efectos secundarios como temblores, dolores de cabeza, mareos, náuseas y somnolencia. Adicionalmente se ha descubierto una relación entre el consumo de ISRS y el aumento de la tasa de autolesiones e intentos de suicidios, así como también fuertes complicaciones durante el embarazo, como malformaciones físicas del feto y afectaciones en el sistema respiratorio y parasimpático del neonato.

Otros potentes fármacos introducidos en el tratamiento de la angustia son las benzodiacepinas, como el alprazolam y el clonazepam. Ambos tienen un efecto muy eficaz en el control de la ansiedad generalizada y anticipatoria pero, aunque se toleran de mejor manera que la mayoría de los antidepresivos, su eficacia para la depresión producida por la angustia no es muy alta, por lo que en la mayoría de los casos se combinan con otros medicamentos.

El gran problema que existe con la medicación de benzodiacepinas, es que tienden a tener una acción de menor duración. Esto suele ocasionar síntomas de ansiedad entre una dosis y otra que pueden terminar generando abstinencia, combinada con otras manifestaciones físicas como convulsiones y delirios. Para evitar esto, el psiquiatra (médico en salud mental) debe intentar establecer lo más rápido posible una dosis mínima eficaz que mantendrá durante el tratamiento.

¿Cómo prevenir la angustia?

Los siguientes son algunos consejos actividades que las personas pueden considerar para evitar la aparición de la angustia en sus vidas:

  • Practicar algún deporte o hacer ejercicios físicos de manera constante y metódica. Deportes como la natación, ejercicios aeróbicos o el ciclismo son muy recomendados porque tienen un efecto preventivo al mejorar el estado general de salud.
  • Evitar la carga excesiva de tensiones. Practicar técnicas de relajación y aprender a apreciar las cosas buenas ayuda a disminuir las preocupaciones de la vida diaria.
  • Aprender a controlar la respiración. Esto permite controlar la cantidad de oxígeno que llega al cerebro, que cuando es excesiva, tiende a desesperar a las personas más de la cuenta.
  • Realizar actividades de expresión artística como la pintura, que ayudan a distraer la mente y alejarla de pensamientos negativos.
  • Ejercitar la comunicación familiar y crear vínculos sólidos de confianza entre los miembros de la familia.
  • Evitar las situaciones de inseguridad física como practicar deportes extremos o atravesar por lugares considerados peligrosos.
  • Dormir un promedio de ocho horas diarias para asegurar un descanso placentero.

También suele recomendarse enfrentar los problemas y buscarles una solución. Las situaciones de la vida diaria que se hacen incómodas fácilmente podrían convertirse en motivos de angustia, sin que estas signifiquen una alta relevancia o afecten gravemente el bienestar físico del individuo. La persona debe aprender a reconocer cuándo un problema es de fácil solución y no complicarlo más de la cuenta; debe repetirse una y otra vez que no hay motivo para preocuparse si pueden hallarse soluciones que permitan superar las situaciones por las que se está atravesando, y así poder continuar una vida tranquila.

Diferencia con otros trastornos

La angustia suele confundirse con otros trastornos psíquicos que presentan síntomas similares, pero que se diferencian de esta en cuanto al origen de su manifestación. A continuación se presentan las principales diferencias con otros trastornos mentales:

- Trastorno de ansiedad generalizada: Este trastorno tiene su origen en las preocupaciones causadas por las situaciones cotidianas. Las personas suelen experimentar una presión constante e incertidumbre respecto a lo que va a suceder en el futuro. Además suelen manifestarse síntomas físicos como tensión muscular e insomnio.

Fobia social: Suele generar ataques de ansiedad debido al temor que siente la persona cuando se convierte en un foco de atención público. Esto ocurre por la inseguridad que se manifiesta al momento de hablar en público o a relacionarse con mucha gente, teniendo como principal motor el miedo a las críticas.

Otras fobias: Las fobias son los temores irracionales, exagerados y hasta ridículos que se manifiestan de manera inusual e ilógica ante objetos o situaciones comúnmente consideradas normales.

 

Psicólogos de Venezuela expertos en angustia



Autor: © PSIGUIDE